Estaba absorta mirando por la ventanilla del tren. De vuelta a casa, perdida en mis pensamientos, mirando sin ver durante breves instantes.
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Luego miré a mi alrededor contemplando a los pasajeros que subían al tren e imaginé mil y una historias… Aquella pareja casi adolescente que se miraba embobada, una niña que sonreía casi arrastrando de la mano a una señora, un grupo de jóvenes, un variopinto grupo de personas que por unas horas compartirían viaje.
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Y les vi allí, en el andén. Mi mirada se posó un instante en una pareja, ya casi en el otoño de su vida, que con las manos entrelazadas, se miraban. Se besaron con ternura, mientras una voz anunciaba la salida del tren.
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Ella, presurosa, con aparente desgana soltó su mano y subió al tren y en esas décimas de segundo las miradas de los dos se cruzaron con la mía, vi una historia de soledad en los ojos brillantes de ella y no acerté a descifrar la triste mirada de él.
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Y viví su historia, la historia que leí en aquellos ojos… o la imaginé, no sé.
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La historia venía de atrás. Los encuentros y despedidas se repetían un par de veces al año. Era un amor complicado, separados por la distancia y por la vida que a veces juega con nosotros un juego peligroso. Sobrevivían viviendo de sueños, sintiéndose mágicamente unidos, corazones enlazados en las nubes. Y se reunían unos días, se abrasaban en la pasión, bebían su ojos, su boca, su piel y luego volvía cada uno a su vida. Y seguían soñando hasta el próximo reencuentro.
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Y ella sabía que el tiempo jugaba en su contra y pensó… cuando la pasión se convierta en sólo ternura, cuando el invierno llegue a sus vidas, cómo vivir sin él, cómo vivir sin tenerse el uno al otro y no pudo evitar que dos lágrimas rebeldes escaparan de sus ojos.
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Se las secó con decisión y pensó en los maravillosos momentos que había vivido. Pensó en cómo los envolvería en papel perfumado de lavanda y los metería en el rincón más confortable de su corazón. Y allí, cuando la soledad se apoderara de ella, entraría y les iría desenvolviendo poco a poco. Y sabía que cada noche al acostarse, al cerrar los ojos, se sumergiría en ese sueño, allí donde la distancia y el tiempo se desvanecen para estar siempre juntos.
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Y mientras los campos pasaban veloces ante la ventanilla, quise buscarla en el tren y preguntarle, pero pensé en la emotiva historia que leí en sus ojos y me quedé sentada, suspirando.
Miradas atrapadas
en un lenguaje mudo,
tras un cristal
que es todo un mundo.
El tren avanza
y al perder su mirada,
por un instante
su corazón se para…
No se si te acuerdas de un post que hice de trenes. Y estaba yo pensando en que tu interesante historia no podría darse en estas moderneces ferroviarias, donde las despedidas se hacen tan lejos de los andenes. Donde uno va solo, y arrastrando con ruedecitas el equipaje, y si acaso mandando el último mensaje de movil antes de perder la cobertura. Agggg. Menos mal que te tenemos a ti.
En las ciudades pequeñas se sigue despidiendo uno en el andén y se sigue agitando la mano mientras el tren van cogiendo velocidad… Y, cuando se es buen observador, se acierta a percibir esas miradas cargadas de sentimientos, de recuerdos, de dolor por las ausencias.
Aunque, también se ve en otros ojos la emoción del encuentro, de las horas que se imaginan vendrán, de los besos, de las palabras… Es todo un mundo perderse en las miradas de la gente, mil y una historias que imaginar.
Pero en las grandes ciudades, ya nada es igual, tienes razón, Carlos, ya ni despedidas, ni manos diciendo adiós, ni esa mano que te ayuda a no caer del tren… todo es muy impersonal, por eso hay que darle un poco «vidilla» imaginando.
Un beso.
Estas historias están entre raíles,
pero también en la plaza,
en el bar,
en la alcoba,
en oficinas y hospitales,
también en la red;
son parte de miradas que se beben
y se separan entre lágrimas.
Cuentas hasta cuatro: uno, dos, tres y cuatro,
y el tren ya se ha alejado.
Luego, sólo escozor. Un vómito de distancia
y reclamar a la luna esos labios desgajados.
Buen relato. Que como los trenes, cruzan las ciudades.
Un beso.
Sí, Justi, esta historias están en todas partes,
pero el ,tren y las estaciones tienen un aire de magia,
al menos para mí,
encuentros, despedidas,
risas, lágrimas…
y miradas cruzadas a través de una ventanilla,
unas manos queriéndose enlazar en el aire,
unos ojos que miran como el tren se aleja,
y otros que ven como se queda atrás el andén…
El tren sigue su marcha,
cargado de recuerdos, de ilusiones,
las maletas llenas de sueños…
Algo tiene el tren que nos atrapa, nos envuelve.
Un beso
Querida Estrella tu historia me encantó. Eres una romántica como yo, me gusta imaginar historias como esta, pero no suelo escribirlas. Un beso. Mercedes.
El escribirlas o no depende del momento, Mercedes. A veces las palabras salen solas, quizá porque algo ha tocado nuestra sensibilidad.
Un pequeño detalle puede desencadenar una avalancha de palabras, quizá una lágrima, una mirada extraviada, un temblor en la voz, la ternura de un abrazo que aparenta no querer tener fin…
Un beso.
Estrella:
Debe ser triste hasta el dolor saber que hay una distancia que no debes salvar así puedas hacerlo, para amar con libertad al ser del que te despides en agonía cada vez que cada uno retorna a su realidad. Esto es lo que me hace imaginar tu fecunda imaginación: un amor sin futuro. El amor es posible a través del tiempo y la distancia cuando pervive la esperanza de perpetuar ese amor, si no la pasión, junto al ser amado más allá de la vida, pero, si no son libres, no hay esperanza, un tercero en el drama no enriquecerá el desenlace como en el teatro, más bien será una sombra que no dejará florecer esa unión. De ahí la soledad reflejada en la mirada de ella, y la tristeza que emana la mirada de él.
Un misterioso drama con un final al gusto e imaginación de tus lectores.
Un abrazo.
Hola Pensador, todos hemos conocido a alguien o hemos vivido en propia piel un amor complicado e incluso imposible. Es fácil imaginar el dolor, casi sangrante, al no tener esperanza de que éste pueda desarrollarse con normalidad.
Cada despedida será aún más dolorosa que la anterior, cada ausencia irá dejando más amargura, cada vez que, en cada encuentro, alcancen el cielo, la vuelta a la tierra será aún más dolorosa… Hasta que se vayan espaciando las despedidas, ahogando el dolor en un sueño, quizá mañana, o dentro de un mes, o el año que viene volverán a verse. Un sueño, que saben, nunca se cumplirá.
El final, como dices, está abierto a la sensibilidad de cada cuál.
Gracias, agradezco tus comentarios, hermosos y profundos.
Un beso
Estimada Estrella: preciosa y triste historia que te has imaginado sobre esa pareja, que bien podría ser verdad. ¡qué triste es la soledad cuando es inevitable!! Mira que somos románticas las mujeres de nuestra época. Un beso
Una mirada puede decir mucho, sobre todo en los momentos de emoción intensa, ya sea dicha o dolor.
Estoy segura que la mirada del encuentro era tan distinta de la mirada de la despedida, que casi podríamos decir que no eran las mismas personas… Supongo que el amor puede mantenerse en la distancia cuando el sentimiento es muy fuerte, pero necesita, como dice Pensador en su comentario, una esperanza, una ilusión para un futuro, un proyecto, una vida, aunque nunca llegue a realizarse.
Un beso Águeda.
Estrella, me ha gustado mucho este post que encuentro muy emotivo y melancólico, de riqueza literaria, tanto en verso como en prosa, así como esa alusión al tren, al viaje, metáfora de la vida misma, y el tropel de personajes que se nos presentan, cada cual con su mundo y sus sueños, listos para partir en cualquier instante…
Gracias por compartirlo. Besos
Javier, el tren me parece muy romántico, porque recuerdo los trenes de cuando yo era niña, los viajes duraban horas para hacer pocos kilómetros y se hablaba con la gente, se repartía el bocadillo, se encargaba el cuidado de los niños que viajaban hasta que llegaban a la estación de destino y alguien les estaba esperando…
Pero hoy ya no es lo mismo, he querido evocar aquellos tiempos y casi ni me ha dado tiempo, cada uno va a su bola, con sus móviles, sus portátiles, con los auriculares, los menos leyendo… ya no se habla la gente como entonces y es una pena.
Un beso.
Es un gusto leer estas miradas tan tuyas que saben ver las miradas de los otros y que saben inventar vidas tan reales como el hecho de que todos vamos sintiendo y pensando junto a los demás.
Gracias y saludos.
Trans, me alegra mucho reencontrarte. Espero poder seguirte un poco más asiduamente.
Mis historias siempre se basan en algún hecho real. En realidad tengo poca inventiva, no valdría para escribir historias, sólo cuando las hago mías y escribo desde el corazón.
Un beso.
Cuántas vidas llegamos a imaginar…
Muy bonito estrella.
Abrazo.
Hacía años que no me subía a un tren y me trajo tantos recuerdos… de mi infancia, de mi adolescencia, incluso mi escapada para casarme con tan solo 17 añitos…
Un abrazo, Andoni, gracias.
Perdón por la minúscula, Estrella. 😉
Perdonado, no importa una minúscula, me siento igual de importante, jajaja.
Besos.
Me ha cautivado tu forma de contarlo, la sencillez y las sensaciones que me han transmitido esa prosa y verso tan atractivos.
Y qué amores esos tan complicados, pero reales como la vida misma
Felicidades, Estrella, repito que me encantó!
Abrazos
Úrsula, siempre eres tan amable que llegas al corazón.
Esta historia está basado en unas personas que conozco y realmente no ha acabado muy bien. La pareja que vi en la estación me la recordó y me pareció una linda historia para contarla.
La vida es complicada y no siempre triunfa el amor por encima de otras cosas, aunque en el fondo sean mucho más triviales.
Besos.
😘
Precioso, Estrella.
Besaco de buenas noches!
Sadire, a ver si me paso por tu blog, he estado unos días ausente y la verdad es que he perdido el hilo de vuestras publicaciones.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Tranquila Estrella, creo que todos andamos un poco igual, son fechas raras (unos a tope de trabajo y otros de vacaciones).
Besaco
¡Qué lindo todo lo que has escrito, Estrella! Y qué bueno que el viaje haya servido para estimular a tu inspiración. Miro con algo de envidia la imagen de ese estupendo tren… Sólo me quedan los recuerdos de niñez cuando solía viajar en los de antes, para visitar a mis abuelos maternos. Nos queda sólo eso: recuerdos y líneas abandonadas, hasta con árboles crecidos entres sus durmientes, especialmente en las de los ramales.
¡Un fuerte abrazo, Estrella!
Los trenes por aquí han cambiado mucho. Los viajes son muy rápidos y cómodos. Recuerdo cuando era niña, el tren de la Robla (era un pueblo) que tenía los asientos de tablas de madera, se tardaba una eternidad en hacer unos pocos kilómetros, la gente sacaba sus bocadillos y los compartía con los demás como si fueran una gran familia, mientras los niños correteaban entre los asientos…
Un abrazo enorme, Saricarmen.
Aquí era muy similar. Todos los pasajeros llevaban algo para comer y los niños ansiábamos servirnos de las bebidas de fantasía que nos ofrecían (Bilz y Pap). En algunas estaciones las paradas eran un poco más largas y recuerdo, que mi padre alcanzaba a ir a saludar a un primo, en una de ellas. Sin embargo, no olvido la zozobra que me producía que el tren retomara su marcha y él no alcanzara a volver. ¡Los viajes en tren eran un gran evento!
¡Abrazos, Estrella!
Cuando estaba en el internado y mi abuela pasaba los inviernos en Madrid, había un tren nocturno en el que unos tíos me dejaban al cuidado de algún pasajero, encomendándome hasta la llegada a Madrid, por la mañana, donde me esperaba mi abuela: el tren correo, tenía departamentos que daban a un pasillo en un lateral del vagón… Me gustaba pasearme y asomarme a los distintos departamentos saludando a la gente. ¡Vaya tiempos…!
Besos.
¡Cuántos recuerdos y tan diferente la vida por ese entonces…!
Es verdad…
Se perdieron los románticos viajes, de mi niñez, con asientos duros, algunos de madera, ahora van a velocidades increíbles hace 40 años de esos trenes de los que hablo, y del ruido y el traqueteo de las vías, hemos ganado en comodidad, y perdido en romanticismo, y también de historias, unas alegres, y otras no tanto, pero bueno es el peaje que debemos pagar por ello. Buen texto me ha gustado.
Yo también conocí aquellos trenes, hace tantos años… Como he contado en algún post, cuando era muy pequeña mi abuela me llevaba desde el pueblo en un tren de vía estrecha hasta la Robla (León) allí esperaba mi madre para, en otro tren ir a nuestra casa en Asturias. Se repitió la secuencia muchas veces, hasta que en una de ellas mi madre, a la inversa, me dejó en manos de mi abuela ya para siempre…
El tren estuvo muy ligado a mi infancia.
Gracias, Juan Miguel, por tu comentario y tu visita. Un abrazo.
Precioso. Los trenes son verdaderos pozos de relatos.
Un saludo.
Gracias Aránzazu. Me gusta observar a la gente e imaginar historias. Las despedidas, los reencuentros, esas miradas veladas por las lágrimas o las sonrisas ilusionadas… Todo un mundo tras el cristal de la ventanilla.
Un abrazo.
Hay tantísimas historias de despedidas que contar, Cada uno tiene las propias. Esta me encantó de verdad.
Gracias André, perdona mi tardanza en contestar tu comentario, no sé porqué estaba en spam y no lo había visto. Las estaciones de tren son un buen lugar para tejer historias…
Un abrazo.
¡Que maravillosa historia de trenes! Me encanta el tren, me resulta muy atractivo viajar en él, y tú cuentas las historias de diferentes personas con unas hermosas y delicadas palabras.
Besos para ti.
María, eres un encanto. Pasé muchos años sin montar en tren y tenía un recuerdo muy romántico de él. Cuando hace unos pocos años me volví a montar, me quedé un poco decepcionada, era como si hubiera perdido su encanto, la gente iba a lo suyo, con el portátil o el móvil, con los cascos. No era como en mi infancia que al final parecía que todos eran amigos, sería quizá porque los viajes duraban una eternidad…
Besos.
Brillante, Estrella, querida amiga. Yo también tiendo a fantasear con las vidas ajenas. Me ha encantado esa historia fingida, alternativa, improvisada por una mirada curiosa, que trata de indagar lo más profundo de esas otras almas.
¡Un fuerte abrazo, amiga
El tren me sugiere muchas historias. Incluso mi vida ha estado ligada al tren en momentos importantes, quizá por eso me gusta imaginar qué destino, qué motivos, de quién huyen o a quién buscan… todas esas personas que se suben en cada estación.
Gracias, Javi, por tu lindo comentario.
Un abrazo.
Es una historia maravillosa, llena de ternura y pasión. Enhorabuena. Un besazo.
Gracias, Carlos, hay historias que parecen de ficción pero son reales como la vida misma. Me alegro que te haya gustado.
Besos.
Me encanta esta tertulia que se ha formado alrededor de tu (hermosa) historia de trenes. Es bueno ese despertar de los recuerdos
Abrazos 😊😘
En otros tiempos los viajes eran muy largos y se entablaban conversaciones entre los viajeros, ahora ya no, cada uno va a lo suyo… se ha perdido la espontaneidad de aquellos tiempos.
Un abrazo.
Bueno, esto de los blogs es como un tren también, de alguna manera, que viaja, además, mucho más lejos, de Valladolid a Galicia, a Chile, a Brasil…y todos vamos sentándonos al lado, cambiando de asiento y de vagones y entrando en las conversaciones de los otros; sólo nos falta compartir el bocata de tortilla o la empanada😀☺️😗😗
Hasta hacemos viajes en el tiempo 😍
Compartir experiencias del pasado no está mal, hay algunas cosas que cambian tan deprisa que si no se cuentan, se perderán para siempre…
Es verdad, Note, hemos cambiado una comunicación por otra. Deberíamos juntarnos un día para poder decir que hemos compartido también el bocata y el chorizo de pueblo, como antiguamente, jajaja. Tengo muy buenos amigos a través de internet, algunos ya conocidos personalmente que lo serán para toda la vida.
Abrazos.
Tanto más crece el esfuerzo, cuanto más consideramos la grandeza de lo emprendido. Tus ganas por ser a cada instante alguien mejor harán que día a día avances un poco más hasta lograr todos objetivos. Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, por tanto, no es un acto, sino un hábito. La vida es un carnaval e incluso hasta la amargura y la soledad se quitan el sombrero en una de reconocimiento y respeto.
Felicidades como siempre por este increíble blog.
Saludos y muchos abrazos de tu amigo Samuel Parra. PD. Te invito a visitar mi última publicación llamada GRASA MENTAL: MI GUERRA CONTRA LA OBESIDAD
Gracias, Samuel, ahora tengo menos tiempo pues estoy fuera de casa pero en cuanto pueda te visito.
Un abrazo.
Me encanta tu forma de mirar, de imaginar, de relatar… Gracias Estrella, un abrazo fuerte.
Gracias a ti, Mª Jesús, es bonito mirar alrededor e imaginar historias, yo creo que todas las personas tienen cosas interesantes que contar.
Un abrazo.
Los trenes esos mágicos animales.
Me gusta esa definición pues, sobre todo hace unos años, los trenes tenían vida propia, encerraban un montón de historias, se hacían amistades, surgían romances, los viajes eran largos y pausados y daba tiempo a tener una pequeña porción de vida.
Gracias por tu visita y comentario. Un abrazo.
A ti por escribir,