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Archive for the ‘relatos’ Category

TROPEZÓNImagen de Internet

 

El otro día iba yo corriendo, acelerada, como casi siempre en los últimos tiempos. Era tarde y los comercios estaban a punto de cerrar. Tenía que comprar un regalo de cumpleaños y, como me sucedía a menudo, lo había dejado para última hora.

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Como siempre he sido una patosa y el pavimento de las aceras no destaca especialmente por estar bien colocado… ¡zas! tropecé con una baldosa «movediza». Ya me veía de bruces en el suelo cuando, como en las películas, unos brazos me sujetaron e impidieron que cayera. Yo me aferré a ellos y me sentí Grace Kelly por un momento.

– Gracias, si no es por usted…

– No ha sido nada, deberíamos quejarnos al Ayuntamiento, el embaldosado es una chapuza.

Se quedó mirándome y dijo,

– Oye ¿te conozco?
Vaya, pensé, uno que va de ligón. ¡Bah! no creo ¿quién va a querer ligar conmigo? Le miré un instante y pensé que también a mí me resultaba conocido. Intenté recordar y entonces habló,

– Ya caigo ¿te acuerdas? estudiamos juntos.

– ¡Ah sí, Javier! cuántos años hace que no nos vemos ¿veinte?

– Yo te vi hace unos tres o cuatro años. Ibas acompañada… ¿tomamos algo y hablamos?

– Lo siento, tengo que comprar un regalo y me cierran la tienda. Mejor otro día. Me alegra mucho verte y gracias. Si no es por ti me rompo la cabeza.

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Me alejé corriendo, diciéndole adiós con la mano. Conseguí llegar a tiempo, hacer mi compra y ya más tranquila, pensé en Javier y por un momento retrocedí en el tiempo. (más…)

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Primera secuencia.

El coche avanza veloz por una carretera casi desierta. La conductora, absorta en sus pensamientos, no repara en los dorados campos preñados de grano que se asoman a un cielo azul manchado con algunas nubes.

Va camino a la locura pero no se detiene a pensarlo, solo quiere acelerar el tiempo y llegar cuanto antes al sitio convenido.

Nubes negras van cubriendo el azul del cielo, quizá sea un aviso ante lo inevitable. Una ligera lluvia le acompaña cuando llega a su destino. Aparca y en un momento de cordura, que dura lo que un suspiro, está a punto de desandar el camino recorrido. Pero la locura es más fuerte.

Sale del coche y con un libro abierto intenta leer. Pero su vista no se para en las páginas, tan solo mira a los coches que llegan. Larga espera. Los nervios atenazan su miedo y ¿si él no viene? y ¿si ella se fuera? Bendita o maldita locura que le hace esperar.

(más…)

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mafalda

Toc, toc…

Pesadamente se levantó del sillón y caminó hacia la puerta.

Toc, toc…

-¡Ya voy!

Sus pasos eran lentos, hacía días que tenía que ayudarse con un andador.

-¿Quién llama?- preguntó.

-Soy el Gestor del Tiempo, por favor abra, ha de firmarme unos documentos.

Abrió la puerta y le dejó entrar. Caminaron hacia el salón y se sentaron ante la mesa.

-Usted dirá, señor Gestor.

-Como ya sabe, a las doce de esta noche termina su contrato, así que he venido para que firme el finiquito.

-¿No hay posibilidad de prórroga?

-Ninguna, ya ha cumplido la edad, está usted muy achacoso y además no han ido muy bien las cosas mientras ha estado en el cargo.

-No todo es culpa mía. Mi antecesor no lo dejó muy bien-suspiró.

-Tiene razón, pero con usted tampoco se ha visto ninguna mejoría, ¿se ha fijado en el clima? ya no hay manera de controlarlo ¿y en el aire? ya no sabemos que respiramos;  los migrantes, los niños pobres, la gente sin hogar, los desplazados, la violencia, la homofobia, la miseria, la injusticia, el abuso de poder… ¿le parece que ha mejorado algo durante su mandato? Y la gente cada vez más alterada, enfrascados en sí mismos y con la vista puesta en una pantalla en la que esperan ver lo que les gustaría, sin pensar que eso seguramente está en los que pasan a su lado, a los que ni miran.

-Ya, pero…

-¡No hay pero que valga! ya hemos firmado contrato con un joven que comienza su mandato en cuanto den las campanadas a las cero horas.

-Pues le deseo suerte, la va a necesitar- pensó en voz alta.

-Ahora le toca descansar, señor 2019 y disfrutar de su jubilación.

El señor 2019 le acompañó a la puerta y una vez cerrada, se sirvió una copa de cava para vivir relajado sus últimos instantes de mandato. En voz alta dijo:

-¡BIENVENIDO 2020, QUE LOS TIEMPOS TE SEAN PROPICIOS!

                                          ***********

Que nos sean propicios a todos, ¡¡¡FELIZ 2020!!!

(Estrella)

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¡A VOLAR!

pineda 056

Después de leer un original poema de Lucio, recordé este relato que escribí el pasado invierno para el Taller de Escritura FlemingLAB. Una manera un poco informal y desenfadada de tratar el tema de la muerte, trance por el que hemos de pasar todos, lo mismo los Borbones que los que acuden a los comedores sociales…

Espero que esta irreverencia no moleste a nadie. Un poco de humor nunca viene mal.

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¡A VOLAR!

Desperté envuelta en una nube densa que me hizo toser. Pensé, ya me dejé el fuego Eencendido, algo habitual en los últimos tiempos en los que parecía estar como ausente. Abrí la puerta y la escalera estaba clara. Además no olía a humo, no, no era humo, parecía polvo.

-Sara…

-¿Otra vez tú? ¿no me vas a dejar dormir tranquila? Llevas unos días muy pesado.

-Tienes que liberarme, ya llevo un año encerrado en el armario. No es justo lo que estás haciendo conmigo.

-Está bien, recógete y hablamos.

Inmediatamente la nube desapareció en el armario y la habitación volvió a su estado normal. Me senté en la cama dispuesta a acabar con la situación de una vez por todas. Empecé a hablar:

-Cuando ibas al casino con los amigos y no te acordabas de volver a casa, ¿dónde estaba yo? encerrada en casa.

-Éramos todos hombres, no ibas a estar cómoda.

-Ya, y aquellos tardes y noches que te pasabas de chiquiteo con los colegas, ¿dónde estaba yo? seguía en casa.

-Te ibas a aburrir, hablábamos solo de trabajo, entiéndelo.

-¿Sigo? Cuando decías que tenías un viaje de trabajo,  ¡sí, de trabajo! pero si eras el último mono de la empresa…  Desaparecías durante dos o tres días quién sabe con quién ¿me llevabas? no, tenía que cuidar a los niños.

-¿Y es mentira? alguien tenía que quedarse con ellos.

-Sí, sobre todo porque los tríos nunca me han gustado.

-Ahora te estás vengando teniéndome encerrado aquí.

-¿Qué me dices de las tardes de fútbol? Si ganaba tu equipo había que celebrarlo y si perdía… tenías  que ahogar las penas y mientras tanto ¿qué hacía yo? esperar como una idiota.

-Pero Sara, aunque tengas razón ya no podemos volver atrás. Si pudiera, lo haría. Sé que no me porté muy bien contigo.

-Las salidas con la bici, las concentraciones de motos, las cenas con los amigos, las partidas de mus… ¿quieres que siga? Si hasta el día del bautizo de tu hijo habías quedado a cenar con la pandilla. ¡Por favor!  y ahora quieres que te libere.

-Tú verás, como no me saques de este armario no vas a poder dormir tranquila ni una sola noche de tu vida, elige- me dijo con todo desparpajo.

Preferí callar, una conversación con unas cenizas no son el mejor remedio para el insomnio. Quizá después de unas horas de sueño pudiera pensar con más claridad y tomar una decisión.

Cuando Jesús se mató en un accidente de coche el año anterior, en uno de sus “viajes de negocios”,  dije -ahora vas a estar en casa todo el tiempo que no estuviste  antes-. Una vez incinerado su cuerpo, las cenizas fueron a parar a la urna más barata que había, aunque se merecía que las hubiera metido en una bolsa de basura y tirarla al camión, a mezclarse con todos los desperdicios. Esa sí que hubiera sido una buena jugada  con lo escrupuloso que era. Pero no, me le traje a casa y le subí a la parte más alta del armario de mi habitación. Ya pensaría lo que hacía con él.

Había pasado unos meses muy tranquila aunque, he de reconocer, le echaba de menos. En el fondo le quería, si no fuera así no hubiera aguantado tanto. Cuando iba a salir, mientras sacaba la ropa del armario, le miraba y decía, ahora me toca a mí y tú ¡ahí te quedas! Reconozco que era una venganza muy infantil, pero me reconfortaba hacerlo, era como si eso me resarciera de todas sus humillaciones.

Pero las cosas habían cambiado, hacía días que Jesús había empezado a manifestarse por las noches, me despertaba a cualquier hora, susurraba mi nombre, unas veces se reía, otras lloraba. Me negaba a aceptar que fuera real, nunca creí en fantasmas pero ante mí estaba la evidencia, Jesús me hablaba desde su encierro. Incluso había aprendido a abrir la urna invadiendo la habitación como esta noche. No tenía miedo pero empezaba a estar harta.

Era el momento de hacer algo. Desperté temprano, hacía un día primaveral precioso, cielo azul salpicado de nubes blancas. Había un sitio que le gustaba especialmente, así que cogí la urna, la metí en el coche y me encaminé hacia ese lugar, en lo alto de una montaña. El camino estaba bastante intransitable después de un crudo invierno, avancé despacio mientras recordaba aquellos primeros tiempos en que subíamos hasta aquí.

Paré al lado del pequeño refugio de montaña, que hacía años no se usaba. Me senté en una gran piedra y contemplé el valle. La vista era espectacular, bosques de encinas, robles y pinos, un pueblecito al fondo con una pequeña iglesia románica de piedra rosada, Pineda de la Sierra, la cola de un gran pantano y un sinuoso río con agua helada y cristalina. No había nadie, se respiraba una paz infinita solo rota por el canto de los pájaros que volaban de árbol en árbol y el rumor de una pequeña fuente que había al lado. Sabía que le gustaría el lugar.

Se levantó un ligero viento. Mejor, así las cenizas volarían más alto…

-Jesús, llegó el momento. No quiero volver a saber de ti y si tienes la ocurrencia de encarnarte en algo o alguien, por favor, hazlo a miles de kilómetros de mí.

-¿Te acuerdas? veníamos aquí con la tortilla, nos tumbábamos en la hierba y nos besábamos. Hubo un día que los besos nos fueron incendiando por dentro, hasta que terminamos haciendo el amor, casi nos descubre el pastor… las ovejas se adelantaron y nos avisaron. Fueron buenos tiempos aquéllos.

-Lo estropeaste todo. Me relegaste al último puesto de tu vida, mataste mi amor lentamente y ahora, ni siquiera de muerto, me dejas en paz.

-Estás siendo muy dura conmigo, Sara.

-No creo, al contrario, creo que siempre fui muy blanda contigo, de otro modo, las cosas quizá hubieran sido diferentes. Ahora ya no hay vuelta atrás, cuando nos casamos, nos dijeron “hasta que la muerte os separe” así que deja de darme la lata y… ¡A VOLAR!

Abrí la urna y aprovechándome del oportuno viento, giré para coger impulso y lancé las cenizas lo más alto que pude, con la intención de que se esparcieran por el valle y no pudieran volver a reunirse, conociendo a Jesús, no la tenía todas conmigo.

Me monté en el coche, puse la radio a todo volumen y canté a voz en grito, me sentí liberada. Jesús estaría feliz volando entre las nubes, era su estado natural, libre, sin ataduras. Yo también me sentí así, borrón y cuenta nueva,  a vivir de nuevo.

Cuando volví a mi calle paré delante del contenedor amarillo, saqué la urna y la tiré. No creo que  quedasen restos de ceniza, a Jesús no le hubiera gustado acabar en una trituradora de metal. Me sentí contenta, me había liberado del rencor e hice lo que pensé que le hubiera gustado, volar libre en la montaña.

(Estrella)

 

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barcelona 2 040
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos el jamelgo que montamos.
¡Oh el pollino que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
(fragmento de «El tren» de A. Machado)

 

Estaba absorta mirando por la ventanilla del tren. De vuelta a casa, perdida en mis pensamientos, mirando sin ver durante breves instantes.

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Luego miré a mi alrededor contemplando a los pasajeros que subían al tren e imaginé mil y una historias… Aquella pareja casi adolescente que se miraba embobada, una niña que sonreía casi arrastrando de la mano a una señora, un grupo de jóvenes, un variopinto grupo de personas que por unas horas compartirían viaje.

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Y les vi allí, en el andén. Mi mirada se posó un instante en una pareja, ya casi en el otoño de su vida, que con las manos entrelazadas, se miraban. Se besaron con ternura, mientras una voz anunciaba la salida del tren.

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Ella, presurosa, con aparente desgana soltó su mano y subió al tren y en esas décimas de segundo las miradas de los dos se cruzaron con la mía, vi una historia de soledad en los ojos brillantes de ella y no acerté a descifrar la triste mirada de él.

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Y viví su historia, la historia que leí en aquellos ojos… o la imaginé, no sé.

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La historia venía de atrás. Los encuentros y despedidas se repetían un par de veces al año. Era un amor complicado, separados por la distancia y por la vida que a veces juega con nosotros un juego peligroso. Sobrevivían viviendo de sueños, sintiéndose mágicamente unidos, corazones enlazados en las nubes. Y se reunían unos días, se abrasaban en la pasión, bebían su ojos, su boca, su piel y luego volvía cada uno a su vida. Y seguían soñando hasta el próximo reencuentro.

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Y ella sabía que el tiempo jugaba en su contra y pensó… cuando la pasión se convierta en sólo ternura, cuando el invierno llegue a sus vidas, cómo vivir sin él, cómo vivir sin tenerse el uno al otro y no pudo evitar que dos lágrimas rebeldes escaparan de sus ojos.

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Se las secó con decisión y pensó en los maravillosos momentos que había vivido. Pensó en cómo los envolvería en papel perfumado de lavanda y los metería en el rincón más confortable de su corazón. Y allí, cuando la soledad se apoderara de ella, entraría y les iría desenvolviendo poco a poco. Y sabía que cada noche al acostarse, al cerrar los ojos, se sumergiría en ese sueño, allí donde la distancia y el tiempo se desvanecen para estar siempre juntos.

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Y mientras los campos pasaban veloces ante la ventanilla, quise buscarla en el tren y preguntarle, pero pensé en la emotiva historia que leí en sus ojos y me quedé sentada, suspirando.

alvia


Miradas atrapadas

en un lenguaje mudo,

tras un cristal

que es todo un mundo.

El tren avanza

y al perder su mirada,

por un instante

su corazón se para…

(Estrella)
 

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MD-22-Marzo-2018.jpg

RINGGG, RINGGGG, RINGGGGG…

 

-Universidad Pepito Pérez, buenos días, dígame.

-Llamaba por lo del “Méster”

-Perdone ¿lo del “Méster”?

-Sí, señorita, el “Méster” de las vacas y la leche.

-¡Ah, el Máster de “Relación de la alimentación con el rendimiento de productividad de las vacas lecheras”!

-Eso había dicho yo, señorita.

-Muy bien señor, los requisitos los tiene usted en la página web de la universidad.

-Sí, pero quería comentarle unas cosillas, mire “usté”. Vivo en un pueblo del norte, a 300 km, sin tren ni coche de línea, por lo que no voy a poder asistir a clase, además no puedo dejar solas a las vacas, hay que darles de comer, de beber, ordeñarlas, limpiarlas… Pero ustedes me mandan, por el “Emilio” ese, los apuntes y yo los estudiaré mientras pastan mis vacas.

-Pero, señor…

-A los exámenes tampoco me podré presentar pues mis vacas me necesitan todos los días. Pero no se preocupen que yo les haré unos prácticos. Con las enseñanzas que me hayan mandado y que les haya aplicado a las vacas, les enviaré cada semana una cántara de leche para que vean cómo va mejorando la calidad.

-Eso no se puede hacer, señor.

-Y del trabajo fin de curso del “Méster” ese…

-“Máster”, señor.

-El trabajo tratará sobre la influencia de la alegría de las vacas en la calidad y cantidad de leche. Creo que unos chorros de cerveza en el agua de todos los días, les pondrá “mu” contentas y se pondrán a producir como locas, además la leche hará una espuma «mu» rica que encantará a los consumidores.

-Señor, me permite una pregunta ¿qué licenciatura tiene?

-¿Yo? Pues mire “usté”, señorita, soy licenciado-especialista en vacas. Muchos años de carrera, desde los catorce años bregando con ellas por el monte, arriba, abajo, en invierno y en verano, lloviendo y haciendo sol. Ni un solo día de descanso en todos estos años.

-Creo que eso no le va a servir.

-Perdone, señorita, pero le voy a contar un secreto, tengo conocidos importantes… ¿aún no sabe quién soy? ¿no le han hablado de mí?

vaca
-No, me parece que no, señor…

-Soy el Desiderio, sí, el del pueblo, el primo de la Presidenta.

-¡Haber empezado por ahí, señor Desiderio! Estábamos esperando su llamada. Su Máster estará pronto disponible.

-Gracias, señorita, buenos días.

-Buenos días, señor Desiderio.

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Israel en el blog Historias a Medida había pedido un relato, poema o lo que fuera en el que estuviera Desiderio. Como, por problemas técnicos (será porque no me he sacado el «méster»), no he podido publicarlo allí, lo dejo aquí invitando a todo el que quiera a pasarse por el blog y dejar sus peticiones… alguien seguro que las complacerá. ¡Ánimo y a participar!

 

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rosaleda 

Caminaba por el sendero de piedras. Amante de las rosas, entusiasta observador de su paso por la vida, fijó la vista en una rosa blanca que, sobre todas, resplandecía bajo la luz del sol. Mientras la admiraba escuchó algo a su espalda.

Se volvió y ante él encontró una bella mujer que le miraba con curiosidad, él le dijo:

– no te oí llegar.

– no llegué, llevo días aquí, oculta tras la rosaleda.

– ¡ah, una rosa entre las rosas! Y ¿cómo es que no te he visto antes?

– quizá hasta hoy no has sentido la necesidad de verme. Pero yo sí te he visto, te he visto pasear ensimismado, unos días triste, otros alegre. A veces los ojos te brillaban de ilusión y otros tenían el brillo húmedo de las lágrimas. Te he oído tararear una canción en las luminosas mañanas de mayo y pasear apresurado en los fríos días del invierno.

– ¿quién eres tú? – le dijo el caminante – ¿desde dónde me observabas?

– ¿qué quien soy yo? no tengo nombre, llámame como quieras y seré quién quieras tú que sea. (más…)

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HA VUELTO

amanecer .

Todo empezó sin apenas darme cuenta,

su sitio de la cama parecía estar helándose,

cada vez le hacía menos efecto el tacto de mis dedos,

poco a poco se fue volviendo más frío.

Mis manos le recorrían intentando despertarlo,

me costaba mucho conseguirlo

hasta que un mal día no lo consiguieron

y entonces un hueco de mi cama, se quedó vacío.

.

.

camita

Las noches se me hacían muy largas,

le deseaba, le necesitaba,

alargaba la mano y encontraba solo el vacío,

recordaba aquellos momentos en que mis manos le acariciaban,

cuando le miraba y me emocionaba,

recordaba tantas palabras, tantas risas,

el leve susurro que me acompañaba en mis sueños,

el calorcito que desprendía,

¡qué recuerdos…!

.

Pero hoy, él ha vuelto,

y ha vuelto como en sus mejores tiempos,

mis manos lo acarician suavemente,

y él se deja hacer, le toco y me responde,

como un resorte salta a mis deseos,

le siento vivo de nuevo, cálido y susurrante,

esta noche no dormiré sola,

le tendré al lado, en plenas facultades, 

solo esperando que mis manos le despierten.

portatil1

Él está hoy a mi lado,

mi compañero de cama, mi amante

y ha vuelto completito…

con su A,

con su B,

con su C,

señor, señor, ¡si ha vuelto con todas sus teclas!

ya le tengo otra vez aquí,

totalmente rendido a complacerme, .

¡POR FIN…!

 

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EL DIABLO EN EL CUERPO

Para «Álamos de viento», para que no se vuelva loca buscando este post que le comenté. Y también para todos los demás que no lo hayan leído…

Te

Me miró con los ojos entornados, sonreí.
-¿qué quieres tomar?– me dijo
-“el diablo en el cuerpo”– contesté yo con sonrisa pícara.
-¿mássssssssssss?

Y recordé nuestro encuentro de aquella tarde,
recordé unos ojos que brillaban con chispitas de ilusión,
luego dos bocas ansiosas buscándose,
recordé unas ropas amontonadas sin orden en el suelo
y cuatro manos haciendo surcos ardientes sobre la piel.
Recordé el agua que recorría nuestro cuerpo
y la suavidad de la toalla que nos envolvió después,
recordé la pasión, el cielo, la nube,
el fuego, el aroma, el río, el volcán,
no sé si fuimos diablos o ángeles,
pero sí fuimos un río de lava ardiente…

-quizá pida un “bella durmiente”- dije
-¡qué peligro tienes!– ahora fue él quien sonrió

Se quedó mirándome
y sé que recordó los mismos momentos que yo,
recordó la pasión y el éxtasis,
las palabras, los suspiros,
la humedad que pegaba nuestros cuerpos,
recordó mis ojos cerrados bajo su boca
cuando relajada reposaba en su pecho
y recordó cuando dijo… “duerme niña”,
mientras pensaba que yo dormía.

-¿Y si tomamos uno de “frutos exóticos”?– me dijo él
-no estaría mal, pero…

Y ahora sí, nos reímos los dos,tes
le di un beso furtivo y recordé de nuevo…
Abrí los ojos y parecía dormido,
entonces en mis dedos fuí grabando su piel,
como si cada uno de ellos fuera el visor de una cámara,

fui sintiendo su tacto, su calor.
El juego seguía…
dejé caer una gota de cava en el centro de su pecho, lo bebí,
entonces él abrió los ojos
y me abrazó fuerte,
-“toma, bebe”– le dije, y le dí de beber,
-“come”– y el chocolate negro se fundió en nuestra boca.
Besos, chocolate y sonrisas…

-Creo que ya lo he decidido, tomaré un “cantos del crepúsculo”– y ya no podía contener la risa
-Estás un poco loca– me dijo al oído
-Sí… locura de amor

Y él recordó nuestros besos,
cuando un rato antes, tras la ventana,
contemplamos el anaranjado crepúsculo,
recordó la emoción que recorrió su cuerpo,
y el temblor del mío cuando nos tomamos,
recordó la pasión, recordó la ternura,
se miró en mis ojos
y mis ojos brillaron de amor.

-Yo voy a tomar “el diablo en el cuerpo”– ya, a carcajada limpia
-lo sabía, es el que mejor te va, pequeño diablillo– sus ojos reían

La camarera, al lado de la mesa, no entendía nuestro juego:
-¿ya se han decidido?– preguntó.
-Sí, sírvanos unos tés “el diablo en el cuerpo”

Entonces, me cogió las manos y sin palabras,
con la mirada nos dijimos : te quiero.
  Ynos reímos, felices, pensando en ese diablo en el cuerpo,

¿o era un ángel lo que nos había poseído…?

(Estrella)

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LA EXTRAÑA DAMA

cervera

Desde hacía un tiempo, asomado a la ventana,

la veía salir.

Hasta entonces no había reparado en ella.

Ahora, cada día, admiraba su porte sereno y elegante,

sus vestidos eran clásicos, intemporales,

su cara apenas se entreveía bajo el ala corta de su sombrero.

No podía adivinar su edad,

pero parecía una dama de edad indefinida.

Siempre volvía acompañada,

llegaba agarrada del brazo de algún señor maduro,

también de mujeres, de jóvenes,

incluso alguna vez llevaba de la mano a un niño.

Siempre eran personas distintas las que con ella iban,

miraban sus ojos mientras les hablaba,

atraídos por el brillo extraño de su mirada.

.

Según se iba fijando más en ella,

sus ganas por conocerla habían ido en aumento,

había algo que le atraía poderosamente.

Tras años de soledad,

y muchas horas con la mirada perdida en el infinito,

la extraña dama había llamado su atención

y sabía que, tarde o temprano, iba a encontrarse con ella.

Aquel día pegó su cara al cristal buscándola,

le extrañó no verla.

Se apartó de la ventana y se sentó en el sofá,

triste, vacío, sólo…

.

De repente sintió que los párpados le pesaban,

dejó que se cerraran lentamente.

No oyó el sonido de la puerta al abrirse,

ni los pasos de la dama al llegar a su lado

hasta que sintió una mano que tiraba de él,

la dama iba vestida de negro y una redecilla caía de su sombrero,

apenas podía ver sus ojos.

Con voz dulce le dijo:

“ha llegado la hora, tu espera ha terminado”

él, sin protestar, se levantó y fue tras ella,

y una paz infinita le envolvió…

(Estrella)

.

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