¿Qué hay de mí?
Me preguntas como al desgaire.
Con un discurso bien aprendido y,
entre café y café,
Me salen las palabras como soflamas políticas,
Todo marcha, camino hacia el futuro,
¡qué digo! camino hacia el final.
Pues bien,
la vida es una mierda aunque mimemos el embalaje:
nos nacen los dientes con dolor,
con incomprensión y hasta con rabia, escuchamos:
no toques esto,
no hagas eso,
no digas aquello…
todo eso lo envolvemos entre besos, si los hay,
y eso es la infancia.
Te haces un poco mayor,
estudias o no, trabajas o no,
te vas de botellón o no,
según la época que te toque.
Te enamoras, eso seguro que sí,
el corazón es un alazán que galopa como un rayo,
y luego te desenamoras a fuerza de desengaños.
Cuando quieres que llueva, hace sol,
si es invierno añoras la primavera,
si eres rubio te gustaría ser moreno,
si vives en la meseta,
quisieras hacerlo en la playa.
Ríes cuando lo que quisieras es llorar a rabiar.
Trabajas, te esfuerzas, te dejas la piel,
un día, un año, diez años, veinte años y más
y llega el día de la despedida
¡sí! y si te he visto, no me acuerdo.
Ya no tienes trabajo, no tienes pareja,
ya no tienes juventud,
llevas a cuestas todos los años del mundo
y como un coche viejo, suenas muy mal
como algo roto que ya no sirve ni para el desguace.
¿Qué me decías?
Ah, sí ¡que qué hay de mí!
Ya ves…
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P.D.: En el desguace han pensado que es un poco pronto para convertirme en piezas así que, con una plaquita por aquí, unos tornillos por allá, que si limamos un poco, cortamos otro poco, hacemos un buen remallado y para casa.
Me han contado que la reparación, aunque sin garantía, me ha de hacer funcionar un poquito más.
Así que: PACIENCIA, y a ir de tropiezo en tropiezo, otra vez, por esos torcidos caminos que me van a llevar a un único sitio… ufff ¡qué ganas tengo de descansar!
Algunos de mis poemillas son tan solo comentarios en vuestros posts, como éste que hace poco dejé en el blog de Lucio Data, interpretaciones a mi estilo de sus extraños poemas…
¿Os ha gustado la historia? La he sacado de un libro que me dejaron en unas vacaciones hace unos años, “A la sombra del ombú”. Lo único que he hecho ha sido traducirlo a “mi idioma”. Y de vez en cuando me lo repito para no obsesionarme con las cosas, ni pasadas ni futuras.
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Yo, estoy aprendiendo a vivir el presente,
a saborear esos preciosos instantes que nos da la vida,
sin pensar en nada más.
Estoy aprendiendo a relativizar el tiempo y el espacio,
¿Habéis visto como el viento zarandea las hojas secas? las levanta del suelo, las deja caer, las rueda, las empuja, hasta que llegan a un rincón y allí se detienen.
Luego viene otra ráfaga de viento que las saca del rincón, las mueve, las golpea, las eleva y se repite el fenómeno una y otra vez, hasta que, sin saber cómo, desaparecen.
¿Y qué es la vida? la vida es el viento y yo me siento hoja seca, zarandeada de un lado a otro, una y otra vez.
Inicias una vida con sus vaivenes lógicos y cuando piensas que ha llegado la estabilidad, algo se quiebra, algo ocurre, o algo que debiera ocurrir no ocurre, y ¡zas! otra vez en manos del VIENTO/VIDA, que te zarandea, te desequilibra, te hace caer una y mil veces hasta que llegas al rincón, te acomodas y confías en que allí no te alcance.
¿Y que pasa? que la vida, como el viento, no se detiene, sigue zarandeándote, una, dos, tres o más veces. Y vas pasando por diferentes rincones, unos oscuros y húmedos, otros luminosos y alegres, otros anodinos, otros hermosos y acogedores… De unos quisieras huir a toda prisa y en otros quisieras habitar para siempre. Pero la vida es la que manda y marca el tiempo de la estancia.
La vida constantemente te golpea en la cara, unas veces con golpes duros y crueles, otras con golpes cariñosos y dulces y otros con una caricia que apenas te roza y se te escapa.
La rueda de la vida, como el viento, sigue imparable y de rincón en rincón vas diluyéndote en el aire, como las hojas secas, hasta que desapareces… y nuevas hojas secas ocupan tu lugar.
Pero, aún con esos vaivenes, ¡elegimos vivir!
El otoño es un andante melancólico y gracioso
que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.
"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar." (A. Machado)