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VIAJE

Haz un viaje por tu memoria,

revisa bien en sus rincones,

estruja entre los pliegues del recuerdo,

evoca los momentos que viviste,

aspira los aromas que embriagaron tus sentidos,

saborea la dulzura de su boca en tu piel

…y correrás a buscar lo que has perdido.

(Estrella)

 

Poemilla para el reto de Sadire, «Emociones en 50 palabras» del mes de febrero (esta vez sí que sí, ¡eh, Sadire!)

Si queréis ver las bases pinchad aquí.

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.rereeer

muralla1

Había llegado la noche anterior a Alghero (L’Algher, en catalán) la ciudad “catalana” de Cerdeña y me disponía a pasar tres días de turista antes de viajar al otro extremo de la isla para un acontecimiento familiar. Había tenido un primer contacto con la ciudad y lo que había visto me había gustado mucho. Ese color especial del que me habían hablado, no era exageración o al menos, así me lo había parecido. Te escribí…

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arco .

Cariño mío,

El sol se colaba por las rendijas de la persiana, sin abrir los ojos alargué el brazo buscándote.

No te encontré y sentí una punzada de dolor.

Deseaba tanto hacer este viaje contigo… Pero pensé, “lo verás a través de mis ojos” y me tiré de la cama dispuesta a disfrutar del día.

El sol brillaba con fuerza, el cielo estaba azul, limpio de nubes y la temperatura, alta para estas fechas, invitaba a pasear…

 puerto alghero

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Soñé que caminábamos de la mano y me acerqué hasta el puerto.

El cielo tenía una luz especial, el agua brillaba y los palos de las velas se reflejaban en él como si fuera un espejo.

Caminé por los embarcaderos del puerto, entre lanchas y veleros y deseé navegar contigo sin rumbo por ese mar tranquilo y transparente, dejándonos ir al capricho de las olas…

muralla2 .

Me fui acercando a la muralla que defiende al casco antiguo de los embates del mar… Todo lo miré para ti con mis ojos, sabía que te hubiera gustado estar allí conmigo.

Recorrí lentamente la muralla, imaginé unos besos tras sus torres y me reí pensándolo…

El mar estaba tranquilo, el sol lucía espectacular y mis ojos siguieron deleitándose para guardar tan bellas imágenes para ti.

. muralla 3 .

Luego me adentré en el pueblo, por una de las estrechas callejuelas que van desde la muralla.

Calles estrechas, empedradas, construcciones medievales de una gran belleza, arcos que enlazan las casas, escudos, placitas acogedoras.

Un paseo mágico, imaginando la vida en aquellos tiempos en que la ciudad fue colonizada por catalanes, allá por el año 1372.

Volví a imaginar tu mano en mi mano y algún beso furtivo por las esquinas… y deseé tenerte enfrente mientras comía una sabrosa lasagna en una terraza al lado de la muralla.

. calleja.

Me sirvieron un capuccino y mientras lo saboreaba, pensaba en otro tiempo, en otro mar donde sí estabas tú, donde no tenía que imaginar ni tus manos ni tus besos y me sumergí en un baño de nostalgia…

Pero la tarde era joven y seguí callejeando entre pizzerías y cafeterías, contemple los escaparates de las joyerías de artesanos del coral, una de las industrias de la zona y de artesanía del mimbre y el bordado, entre otros.

. pueblo .

Luego me fui paseando por el paseo que lleva del puerto a la playa, el sol se estaba poniendo en el horizonte y me senté para ver el espectáculo.

Entonces sí que deseé intensamente que estuvieras conmigo… la vista era espectacular, una luz mágica caía sobre el mar, mientras el sol se iba reflejando en el agua, hasta desaparecer en ella.

La luz anaranjada fue convirtiendo al cielo en la imagen de un fuego cálido… Pensé en ti y me sentí arder por dentro.

. anochecer.

Sentí la emoción del regalo que, tantas veces, nos ofrece la naturaleza, sin saber apreciarlo y me quedé sentada en el muro contemplando el cielo, hasta que el fuego se fue diluyendo en la noche y una sombra oscura fue cubriendo la playa.

Lentamente me levanté y caminé de nuevo hasta la zona antigua de la ciudad. Una luz dorada iluminaba las calles por donde paseaban grupos de turistas, la mayoría de ellos en esta época del año, ya entraditos en años… yo diría que sobre todo eran jubilados alemanes y franceses

. anochecer1

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Y así, cariño, se fue pasando el día, un día que disfruté para ti también, en el que llené mis ojos de imágenes, para que las contemples cuando te mires en ellos.

Es una ciudad muy bella, acogedora y cálida, con lugares lindos para pasear. Solo deseo que la próxima vez, tú puedas acompañarme. Seguro que lo disfrutaríamos…

Y ahora, hora de descansar para ti y para mí, con besos.

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Alghero, 6 de octubre, 2010

. cerdeña 137

 

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.el tren

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Hace unos días, asomada a la ventanilla, contemplaba a la gente en el andén de la estación. Y recordé mi vida girando alrededor del tren. Nunca, hasta ese momento, me había detenido a pensarlo.

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Miré a mi alrededor observando a los pasajeros que subían al tren e imaginé mil y una historias: una niña que sonreía casi arrastrando de la mano a una señora, una jovencita pensativa envuelta en su abrigo azul, aquella pareja casi adolescente que se miraba embobada…

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Mis primeros recuerdos sobre raíles se remontan a mi niñez.

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Veo a una niña rubia con trenzas asida a la mano de su abuela. Espera sin mucho entusiasmo al viejo tren que le llevará a la estación de La Robla, donde le espera su madre.

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Es un tren de vía estrecha, viejo, destartalado, con asientos de tablillas de madera, que cubre la ruta minera que va de Bilbao a La Robla (León) La niña corretea por el tren, mientras los pasajeros entre charlas y risas, comparten chorizo, queso y tortilla… incluso alguno más afortunado lleva un poco de jamón.

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En la Robla pasan la noche en una pensión vieja y poco acogedora, con una luz mortecina que apenas deja entrever el tono oscurecido de las paredes y al día siguiente, la abuela vuelve al pueblo y la niña sigue viaje hacia Asturias con su madre.

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Este tren ya es distinto, más rápido y algo más cómodo. La niña pronto olvida la pena por haber dejado el pueblo y asomada a la ventana, contempla en las curvas del puerto de Pajares el movimiento de las bielas de la locomotora: chucu-chu, chucu-chu… piiiii, piiiiiiiii.

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Estos viajes se repiten secuencialmente durante su primera infancia, hasta que su hogar se rompe y vuelve al pueblo con su abuela.

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tren

A los diez años ingresa en el internado y durante unos pocos años, el tren desaparece de su vida, hasta que su abuela se traslada a vivir a Madrid. Entonces otra vez el tren aparece. ¡Cuántos viajes nocturnos!

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El tren correo Santander-Madrid. Departamentos y un pasillo lateral estrecho y común. La hora de salida del pueblo, alrededor de la medianoche. Días de invierno, nieve, frío, la estufa de carbón en la estación. Los ojos somnolientos esperando su llegada.

Y luego el verano y la ilusión de volver al pueblo.

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Un familiar va con la niña, ya casi una jovencita, se sube al tren y la encomienda a los pasajeros que la acompañan en el departamento.

– Mirad un poco por ella – les dice – en la estación de Madrid su abuela estará esperándola.

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Y estos viajes nocturnos siguen hasta que la niña, ya una adolescente deja el internado y se va a la capital a seguir los estudios. Ya entonces ha encontrado el amor.

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Poco tiempo después, el tren otra vez protagonista…

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La niña ha crecido un poco, ya no tiene trenzas, pelo cortado a lo chico, viviendo un amor complicado. Y la amenaza de una vida en el extranjero para alejarla del joven del que está enamorada.

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Tras dos meses sin verse, ella consigue que la dejen ir a casa de una amiga para celebrar su cumpleaños. El chico se entera y aparece por allí, la convence, van a la estación y huyen en el tren. Ni siquiera compran los billetes.

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Ella deja todo atrás, sin más equipaje que la ropa que lleva puesta y se va con él. Es 9 de septiembre, organizan todo y se casan el 2 de octubre. Ella tiene tan solo 17 años.

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Y ahora recuerda…

el tren también es protagonista el día de su boda. Lo tiene olvidado, quizá porque nunca evoca ese día. Para ella es un día triste, se ve sola y desamparada ante un futuro incierto, en una ciudad desconocida, con gente desconocida, habiéndolo dejado todo por amor.

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No quiere recordar ese día y olvida que su noche de bodas la pasa en un tren, en un coche-cama de camino a Asturias, el mismo camino que hacía con su madre tan solo unos años atrás.

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.Y piensa ahora… ¿no es extraño olvidar una noche de bodas? sí, quizá, pero ella lo olvida. Pueden más todos los sinsabores que las ilusiones. Ese día ella alza un muro entre su vida anterior y la que viene después y tardará años en derribarlo.

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Ha pasado un año.

Y de nuevo en la estación, ahora es una despedida y no está sola, su bebé recién nacida le acompaña a despedir a su padre que se incorpora al servicio militar.

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Solo pasan dos meses, cuando un telegrama le avisa de la enfermedad grave de su marido. Con su niña y el alma en un puño, sin saber lo que se va a encontrar tras el texto alarmante del telegrama, vuelve al tren.

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Tras unos días en que el chico se debate entre la vida y la muerte, triunfa la vida y retornan a casa, juntos por unos días.

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Estos viajes a la estación, encuentros y despedidas se repiten hasta que él vuelve a casa, ya definitivamente. Y el tren se queda en la estación por unos años…

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Y es aquí donde acaba mi relación estrecha con el tren.

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Durante años he vivido de espaldas a él, hasta hace unos días cuando pensé en un viaje y pensé hacerlo en tren. Y a raíz de ello he evocado esta relación estrecha que en tiempos lejanos mantuvimos los dos, el tren y yo.

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Después de años alejados volvemos a encontrarnos en una estación cualquiera, como dos amantes. Quizá vuelva a surgir el amor entre el tren y la viajera y caminemos juntos de nuevo.

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De momento hemos reanudado el contacto y veremos si está relación tiene futuro y volamos por los espacios cual AVE…

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TRENES

Tren del día, detenido

frente al cardo de la vía.

—Cantinera, niña mía,

se me queda el corazón

en tu vaso de agua fría.

Tren de noche, detenido

frente al sable azul del río.

—Pescador, barquero mío,

se me queda el corazón

en tu barco negro y frío.

(Rafael Alberti)

(las fotos son bajadas de Internet)

 

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