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ventanilla


Era un 10 de septiembre,

aquel día me subí en el tren en un viaje sin retorno,

sin más equipaje que la ropa que llevaba puesta

y que por caprichos del azar, ni siquiera era mía.

Los acontecimientos se habían precipitado aquel verano,

la incomprensión familiar y las amenazas,

primero veladas y luego abiertas,

de sacarme de España para alejarme de él,

habían sido determinantes para que yo estuviera en aquel tren

persiguiendo un futuro incierto.

.

Pasamos la primera noche, tras aquella escapada,

en casa de un familiar de él en un pueblo cercano,

y al día siguiente llegamos a la casa de sus padres.

Recuerdo mi timidez y mi vergüenza

y recuerdo, sobre todo a su padre, que me abrazó

y me dijo:

– Tranquila, estarás bien, serás una más de la familia.

sombras

Y así empezó mi nueva vida.

Fueron a recoger mis ropas al pueblo y nadie me reclamó,

pareció como que a nadie le importara que yo me fuera,

nadie me llamó, nadie fue a verme para hacerme cambiar de idea,

mi madre, que estaba en Alemania, ni siquiera vino…

yo era su única hija y me dejó ir,

entonces supe que no había vuelta atrás.

Yo tenía 17 años, era menor de edad y necesitaba el permiso

paterno para poderme casar.

Le escribí, con la esperanza de que, debido a su mala relación con mi madre,

me lo iba a dar.

Y me lo dio.

Otra vuelta de tuerca a la situación.

luni.

Lloré por lo que dejaba atrás, mis estudios,

mi abuela, el pueblo, mi vida de siempre,

las charlas a la puerta de la casa de mi abuela

en las claras noches de luna

de aquellos veranos luminosos del pueblo,

el canto de los grillos en el prado,

una juventud perdida…

y sentí que tenía que mirar hacia delante.

.

El día 2 de octubre nos casábamos.

Ni siquiera tuve traje de novia,

un vestido blanco de calle, corto,

zapatos blancos que tenía ya,

lo único que era propio de boda era el ramo.

Un día triste, sin sol, frío,

no estaba nadie de mi familia,

me encontré sola, me tragué las lágrimas,

me hice adulta de repente

y pensé:

Crearé mi familia, mi hogar…

pero aún debía pasar tiempo para llegar a ello.

.ramo

Sin medios para subsistir independientes

y con el servicio militar aún pendiente,

nos quedamos a vivir en casa de sus padres,

él consiguió un trabajo mal pagado en un taller

y yo creo que me encerré aún más en mí misma.

Abandonados los estudios, sin ocupación,

sin familia, sin amigos, en una ciudad desconocida para mí,

levanté un muro detrás de mí,

aparqué mi infancia en el fondo de mi memoria

e intenté sentirme parte de aquella familia,

regalándoles mi aparente alegría

pero sintiendo que unos barrotes invisibles

se alzaban alrededor de mí.

.capullo

Pasaron tres meses

yo acababa de cumplir 18 años, que ni siquiera aparentaba

y Don Pedro en la consulta, me dijo:

– enséñame las manos

Yo, las extendí hacia él, extrañada,

– ¿ves? manos de niña, lo que eres aún. Una niña madre…

Había ido a la consulta para confirmar mi embarazo.

Y, efectivamente, estaba embarazada.

En aquel momento me alegré infinito,

pensé en aquel bebé que venía de camino

y me prometí darle todo el amor que yo no había tenido.

Y como era una chica alegre por naturaleza,

a la que la vida no asustaba,

afronté el embarazo con optimismo…

.

Hoy, muchos años después,

y con la serenidad que da el tiempo,

pienso en lo diferente que hubiera podido ser mi vida

si no me hubiera subido a aquel tren…

 

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