Yo creía que te engañaba
cuando la sonrisa ocultaba mi dolor,
tú creías que me engañabas
cuando callabas ocultando tu dolor,
pero ni yo te engañaba ni tú me engañabas,
al corazón no le valen engaños…
fingíamos ambos
sabiendo que fingíamos.
Pensé que quizá así el dolor se diluyera,
pero iba creciendo más y más,
hasta que un día te dije todo lo que me dolía
y tú me contestaste,
“ahora ya sabemos lo que nos duele a los dos”
Entonces…
el dolor de la ausencia no desapareció,
pero al compartirlo,
se hizo mucho más llevadero.
(Estrella)