¿Has visto la estrella?
como un suspiro pasó,
llevándose tras ella
un deseo, una ilusión…
Recuerdo que, cuando era niña, contemplaba extasiada las estrellas en aquellas maravillosas noches de verano iluminadas por la luna. Me gustaba contarlas e incluso poner nombre a algunas que me parecía a mí que lucían más brillantes que otras. Cosas de niña.
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A una de ellas le puse Marina, sería por mi deseo de conocer el mar; otra se llamaba Hada, como las hadas de los cuentos, que con su varita mágica lo conseguían todo; otra se llamaba Nieves, ¡qué extraño nombre para una estrella, ¿verdad?! sería porque la nieve estaba muy presente en los largos inviernos de mi pueblo de montaña, no sé… Y así, noche tras noche fui tejiendo un manto con mis estrellas favoritas.
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Mi abuela algunas veces se sentaba conmigo a la puerta de casa y me decía, “cuando veas una estrella fugaz, pide un deseo y se cumplirá”, yo siempre pedía el mismo, tener otra vez unos padres y volver a casa. Pero nunca se cumplió. Mi abuela, aunque me preguntaba entre bromas y veras, nunca supo qué pedía, seguramente si lo hubiera sabido, me hubiera convencido de que hay cosas imposibles de alcanzar, ni aún pidiéndoselo a una estrella fugaz…
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Me gustaba sentarme en aquellas noches tranquilas “a la fresca” y escuchar las conversaciones de la gente del pueblo, cómo había ido el invierno, si la cosecha se presentaba bien, si el ganado producía. Después de pasar todo el curso en el internado, eso era el paraíso. Lo que no me gustaba era andar por la callejuelas oscuras del pueblo después del atardecer, había muchos sapos y me daban repelús, siempre tenía el temor de pisar alguno, ¡eran tan feos!. Y es que en mis cuentos, quienes se convertían en príncipes, al calor de un beso, eran las ranas, no los sapos…
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Todo esto me ha venido a la memoria, porque la otra noche, una noche cálida como hay pocas por aquí, me senté en el escalón de la entrada de mi casa, había cortado el césped y luego había regado y flotaba en el ambiente ese olor especial y entrañable a hierba mojada. La puesta de sol había sido espectacular, aunque he de decir que soy una privilegiada, porque estos atardeceres entre rojos y anaranjados se repiten con bastante frecuencia en esta zona. Pero muchas veces depende del estado de ánimo el saber apreciarlos.
Contemplé el cielo, el mismo cielo que contemplaba cuando era niña, las sombras de la noche iban cayendo, yo soñaba con mi mente muy lejos. Si yo pudiera…
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Y en ese momento pasó una estrella fugaz, le pedí un deseo, como en aquellas noches claras de mi infancia en el pueblo. En esta ocasión también voy a ser cauta y no se lo voy a decir a nadie, no quiero que me digan que pido un imposible, prefiero mantener la ilusión de que mi deseo se cumpla algún día.
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Después de todo, la vida no es más que un sueño, un sueño un poco más largo que esos que acompañan nuestros días, e igual que éstos, hasta tiene sus buenos momentos y sus pesadillas. Por eso, vivamos, soñemos…
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Que no falten estrellas a nuestras noches
y que, entre ellas, alguna sea fugaz
para pedirle esos deseos
que duermen en el fondo de nuestro corazón,
porque los sueños por cumplir
son los que nos mantienen más vivos…
Por eso seguiré mirando al cielo
en las noches estrelladas
e intentaré seguir la estela de esa estrella,
cuando pase fugaz ante mis ojos,
quizá ella me lleve a conseguir
los sueños que anhelo.
(Estrella)
Precioso siempre el mundo de ilusión de nuestras infancias, y que al haberlos vivido forman parte de nosotros mismos. ¿Y sabes una cosa? que los tengo fresquísimos porque los he vivido en Cuba hace días. Alli la gente se sienta en sus puertas a refrescarse y a charlar por la noche, y es todo tal como tu lo cuentas. Y si no te apetece ninguna tertulia, tienes el Malecón de la Habana que es igual. Un besazo desde el tropico y mucha azucar.
Muy dulce te han vuelto esos aires caribeños, Carlos…
Me alegro mucho que hayas disfrutado de tu viaje y que hayas tenido tiempo para mirar las estrellas al caer la noche, las cosas pequeñas son las que, en muchas ocasiones, nos salvan la vida.
Hay tantas cosas que hemos perdido en el camino, el contacto con los demás, las charlas, las risas compartidas, el mirar alrededor y ver la luna, las estrellas, las sombras de la noche los días de luna llena, escuchar el sonido de la naturaleza… Ahora nos dedicamos a buscar pokemons, jeje.
Un beso.
Si lo sueñas, topo resplandece
y emerge la imagen del porvenir.
Para llenar un cielo nada mejor que inventar estrellas,
darles nombre, darles luz, y que su azul se bañe en aguas de mar…
realidad que desconocemos…
Y luego que al despertar ojalá nos encontremos
entre cumbres y arboledas…
Todos nos sentamos al atardecer y seguimos el vuelo de los pájaros…
nos hacemos águilas.
Muy bonito post, por lo de poético y ruda realidad a la vez.
Un beso
Mejor evocar la imagen del presente, Justi,
aprovechar cada momento,
admirar cada puesta de sol, día a día,
mientras podamos…
contemplar las estrellas buscando esa fugaz
que atrape nuestros sueños
y los lleve al lugar donde algún mago
los transforme en realidad.
Mientras tanto, ese manto de estrellas
nos sirve de abrigo en el invierno de la vida.
Un beso.
Ingenuo, infantil, sincero y duro.
Lo he leído un par de veces. La segunda me ha hecho recordar mi infancia, también en un pueblo, de menos montaña.
Y las utopías y las fantasías que alternaban el conocimiento del firmamento.
Y no creo haber sido nunca más feliz
Me ha gustado mucho, sinceramente
La infancia en contacto con la naturaleza es un regalo que nos da la vida,
al menos a mí me lo parece,
contemplar las estaciones en los árboles, en la tierra,
escuchar los sonidos del campo, de la lluvia, del viento,
ver crecer a los animales en su medio natural,
revolcarse en la nieve con libertad
y bañarse en el río, saltando de piedra en piedra,
ir a la dehesa a coger avellanas y moras…
todo esto ya no sabemos saborearlo,
nuestros niños apenas lo han vivido y es una pena.
Gracias, allamas, por tu visita y por tu comentario, es un placer leer que has disfrutado con la lectura de este pequeños recuerdo de infancia.
Un abrazo.
Estrella
Es esa página en blanco que es nuestra mente en la infancia, la que nos permite asombrarnos y deleitarnos con todo lo que tenemos alrededor.
Una vez pasada esa fase, existen múltiples factores de confusión, como si fueran erosiones en el cristal de las gafas de sol, que desvían nuestro foco a visiones perifericas, mucho menos inocentes.
Poco a poco voy recuperando esa visión infantil, a veces engañándome sin más. La mayoría, a través de los escritos. De cuando en cuando, a través de mis hijos, ya por poco tiempo. Y muy puntualmente, mediante reflexiones profundas y actividades de exterior.
Tendré que profundizar en alguno de esos recursos.
Mis felicitaciones sinceras por el relato.
Me he dado cuenta que, de un tiempo a esta parte, pienso mucho más en el pasado que en el futuro, quizá porque el futuro no se presenta como me hubiera gustado…
Era muy jovencita cuando, por circunstancias de la vida, rompí con mi infancia y empecé una nueva vida lejos de mi gente, edifiqué una barrera separando los dos mundos, un antes y un después de… y hasta hace unos años no volví la vista atrás.
Quizá para encontrarme a mí misma empecé a hurgar en el baúl de mis recuerdos, oxidados ya de no cuidarlos y empecé a recordar aquellos momentos que me habían dado felicidad. Empecé a escribir recuerdos en otro blog, algunos descargados a éste en el que escribo ahora y otros olvidados por segunda vez y al volver la vista atrás me he dado realmente cuenta de lo que ha cambiado la vida en estas décadas.
Ya me estoy extendiendo demasiado, gracias por tu comentario, un comentario con alma.
Estrella
Ya sabes lo que dicen de que la estatua se encuentra en el bloque de piedra, y solo hay que quitar lo que sobra. Eso sería el futuro. Puede que en el próximo golpe de cincel se perfile la estatua que anhelas. No es palabrería. Las cosas son así de inesperadas.
El pasado sería esa estatua ya terminada, a la que estabas acostumbrada a ver en la casa, como parte del paisaje interior. Con el tiempo, empiezas a aceptar sus defectos y a destacar sus virtudes. Hasta que irremediablemente te reconoces a tí mismo que la tienes cariño, y que forma parte de tu vida.
De momento, a escribir. Así te ayudas a tí misma, y nos haces la vida más bonita a los demás.
Antonio
Así es, si miramos en bloque, mi infancia no fue muy feliz, pero hoy ya sólo recuerdo lo bueno que tuve y sé que lo malo también me enseñó a crecer, eso es lo que vale.
En cuanto a esa estatua del futuro, ya estoy un poco de vuelta de todo y tan solo me dejo ir… aunque quién sabe, puede que me dé por esculpir también, jeje…
Gracias, Antonio.
Muy hermoso, lleno de nostalgia y deseos por cumplir. Tremendamente melancólico. Me ha llegado ese olor tan intenso de la hierba recién cortada y regada…
Una Estrella hablando de estrellas mientras contempla un cielo de antes, de ahora, de siempre.
Un abrazo
Gracias, María. Las cosas sencillas son las más bellas, creo que todos los que hemos vivido en el campo en algún momento, mantenemos en nuestro baúl de la memoria esos olores, esos sonidos, esos colores que solo la naturaleza hace perfectos e inolvidables…
El sonido de las avellanas en las tardes de finales de septiembre al ser cascadas con una piedra, hace que se me haga la boca agua… y aquellas moras tan dulces, mucho más ricas que la receta del mejor chef y mucho más barato, jeje.
Un abrazo.
Quería decirte que me ha gustado muchísimo, éste relato y las respuestas a los comentarios que diste.
Un abrazo.
Gracias Stella, es una satisfacción sentir que alguien se entretiene con mis pequeños escritos. Son cosas muy personales y muy sencillas pero que salen del corazón.
Pasaré por tu casa para conocerte mejor…
Un abrazo.
Estrella
Sólo decir… wow.
Me ha encantado tu relato. Me he acordado de cuando yo era niña, de cómo miraba las estrellas, y de lo mucho que me alegraba cuando veía a una pasar fugazmente… Fueron momentos increíbles.
Un abrazo.
Creo que somos muchos los que recordamos momentos así, sobre todo si hemos vivido en el campo y hemos convivido día a día con la naturaleza… hemos aprendido a amarla y admirarla por las cosas tan bellas que nos ofrece.
Gracias, Mónica, por tu visita y por tus palabras y me alegra mucho el haber despertado en ti bellos recuerdos de infancia.
Un abrazo.
Estrella
¡Qué bien escribes, Estrella! Me encanta este relato de vida y sueños. Creo que vivimos tan deprisa que no saboreamos la vida como debiéramos. Un beso.
Es verdad, Mercedes, apuramos la vida a toda máquina y nos perdemos esos pequeños momentos que son relajantes y tiernos.
Me encanta sentarme en el escalon de entrada a casa y mirar las estrellas y soy tan tonta que apenas lo disfruto, siempre con prisa y pendiente de haceer cosas…
Un beso
Ya en el principio de la historia los antiguos buscaban formas conocidas uniendo estrellas.De ahí nacieron las constelaciones.
Y todavía nos parecen mágicas.
Un saludo.
Algo tienen las estrellas, será como dices, la magia de ser inalcanzables.
Me encantan las noches estrelladas, el cielo con ese manto de luces que imagino como faroles iluminando la noche para que no nos perdamos.
Nosotras las miramos, pero ¿quién nos mira desde allá?
Un abrazo.
Otro para vos. Hace poco escuché una frase que me gusta: «Estamos seguros de que existe vida inteligente en otros planetas, porque no han venido a visitarnos».
Un saludo.
Jeje, parece que son muy inteligentes…
Ahora, cuando vea las estrellas, también pensaré en ti, querida amiga.
¿Ves lo que te decía de sentarme a ver las estrellas? un recuerdo de infancia…