En el sopor de la siesta, uno de esos días de vacaciones, con un calor agobiante y sin poder dormir, me puse a escribir bobaditas como las que acostumbro, una manera más de matar el tiempo.
Me gusta el mar
aunque lo respeto mucho y lo temo.
.
Sumergida en él esta mañana, pensé en dejarme llevar,
fui avanzando mar adentro,
por un momento deseé que me tragara
y pasar a formar parte de él,
¿qué pasaría?
Apenas una reseña en el periódico local,
“bañista fue disolviéndose en el mar, cual azucarillo…”
La vida seguiría adelante,
“fue muy extraño, se evaporó,
cuando llegó la Cruz Roja, ya había desaparecido”
.
Familiares y amigos, de vez en cuando, me recordarían,
hasta que ese recuerdo se disolviera en el tiempo.
Mis amigos blogueros pensarían que me había cansado de escribir,
“siempre se quejaba de la falta de tiempo”
mis compañeros de trabajo comentarían,
“parecía siempre tan feliz…”
pero alguien quizá dejase escapar un pensamiento,
“nunca logramos traspasar la coraza tras la que se ocultaba”
.
Pasaría del ser al no ser
sin que apenas nadie se diera cuenta,
como ese viejo reloj de cuco que al final se para
porque todo el mundo ha olvidado
darle cuerda,
que aunque, de vez en cuando, se le mire
e incluso se piense que en un tiempo fue útil,
¿para qué sirve, si ya tenemos otro?
.
Pero ¡que siga la fiesta!
que aquí estoy,
otra vez en la orilla,
cubierta de sal y arena caliente
y es que debo ser un azucarillo un poco pasado ya,
pues ni el mar me quiso lo suficiente…
Es lo que trae el calor sofocante del mediterráneo,
que te asfixia en la hora de la siesta;
te duermes o no
y deseas ser agua, fuente de manantial
o molinillo del viento…
y uno quisiera ser disuelto en el elemento infinito y líquido
entre algas,
conchas, peces y caballitos de mar.
Abrimos una ventana,
nos deshacemos de la blusa,
de recuerdos y gestos,
de todo lo que nos aprieta el alma,
pecho al desnudo,
y nos zambullimos en el infinito del agua de los sueños…
Por suerte, a la mañana siguiente en la resaca marina,
los primeros bañistas sólo ven cañas y plásticos
haciendo marcas onduladas en la arena.
Nada de lo que soñaste. No fuiste disuelta en agua.
Nos alegramos.
Feliz verano, y vigila estas tempestades de calor veraniego orilla el mar….
Un beso.
El mar es hipnótico, es acogedor cuando está tranquilo,
es emocionante cuando está revuelto,
me encanta por las mañanas temprano,
cuando la playa todavía está medio vacía
y el agua brilla al sol con un color distinto…
siempre he pensado que me gustaría terminar mis días
al lado del mar, escuchando a las olas romper en la orilla,
algo que nunca se cumplirá
pero sí me gustaría, mucho…
y si tuviera a alguien a mi lado mirando en mi misma dirección
ya sería vivir en el paraíso,
ya ves, tampoco pido la luna,
pero supongo que la luna sería más posible.
Un beso.
O te quiso demasiado!!
Un abrazo Estrella…de mar y de cielo.
Si me hubiera querido demasiado, se hubiera quedado conmigo…
Gracias, María, es un placer verte por aquí. Un beso.