En el sopor de la siesta, uno de esos días de vacaciones, con un calor agobiante y sin poder dormir, me puse a escribir bobaditas como las que acostumbro, una manera más de matar el tiempo.
Me gusta el mar
aunque lo respeto mucho y lo temo.
.
Sumergida en él esta mañana, pensé en dejarme llevar,
fui avanzando mar adentro,
por un momento deseé que me tragara
y pasar a formar parte de él,
¿qué pasaría?
Apenas una reseña en el periódico local,
“bañista fue disolviéndose en el mar, cual azucarillo…”
La vida seguiría adelante,
“fue muy extraño, se evaporó,
cuando llegó la Cruz Roja, ya había desaparecido”
.
Familiares y amigos, de vez en cuando, me recordarían,
hasta que ese recuerdo se disolviera en el tiempo.
Mis amigos blogueros pensarían que me había cansado de escribir,
“siempre se quejaba de la falta de tiempo”
mis compañeros de trabajo comentarían,
“parecía siempre tan feliz…”
pero alguien quizá dejase escapar un pensamiento,
“nunca logramos traspasar la coraza tras la que se ocultaba”
.
Pasaría del ser al no ser
sin que apenas nadie se diera cuenta,
como ese viejo reloj de cuco que al final se para
porque todo el mundo ha olvidado
darle cuerda,
que aunque, de vez en cuando, se le mire
e incluso se piense que en un tiempo fue útil,
¿para qué sirve, si ya tenemos otro?
.
Pero ¡que siga la fiesta!
que aquí estoy,
otra vez en la orilla,
cubierta de sal y arena caliente
y es que debo ser un azucarillo un poco pasado ya,
pues ni el mar me quiso lo suficiente…