Mi afición al papel viene de muy pequeña.
Recuerdo muy a menudo la imagen de una niña,
un poco rubita, con rizos, inquieta,
sentada a lo indio en la trébede, al calor de la lumbre,
con un papel, unas tijeras y un tazón entre las piernas,
que se pasaba las horas concentrada,
en hacer lo que hoy sería confetti,
esa niña era yo…
.
No recuerdo cuando empecé a leer,
solo sé que era muy niña
y que ya nunca he dejado de hacerlo.
Supongo que es otra herencia de mi abuela.
Ella era muy aficionada a la lectura,
pero lo que leía era novela romántica, ¿os acordáis de Corín Tellado?
también compraba el diario “Pueblo”,
cuando bajaba en el coche de línea a Cervera.
Y nunca faltaba “El Caso”, periódico de sucesos,
que explotaba al máximo el morbo de los sucesos escabrosos…
Y además las revistas de cotilleos: Hola, Semana, Ama,
y desde luego los tebeos…
Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, el abuelo Cebolleta,
Rue del Percebe, 13 y tanto otros personajes.
Hazañas Bélicas, el Capitán Trueno…
.
Mis primeras lecturas fueron los cuentos de hadas.
Viñetas de príncipes, princesas, brujas, ogros,
hadas, varitas mágicas…
en blanco y negro,
sin apenas texto, que yo coloreaba con toda mi atención
y me quedaban la mar de bonitos, llenos de vida y de luz,
las brujas de negro y las princesas de alegres colores.
Así, poco a poco, me fui aficionando…
.
Pero no había libros en casa.
No sé quién me dio mi primer libro, no me acuerdo,
imagino que alguno de los mineros que se quedaban en casa de mi abuela…
y ni siquiera sé si lo habían comprado para mí,
seguramente sí, me tenían simpatía.
A lo que iba, ese primer libro fue “Genoveva de Brabante”
No recuerdo, pero supongo que era verano,
porque el sol entraba por la ventana,
y es que tengo una imagen nítida de esa luz brillante,
y de los sonidos del pueblo,
los pájaros, los perros, los cencerros de las vacas,
mi abuela trajinando en la cocina
y yo llorando como una magdalena en la cama,
porque a Genoveva la habían abandonado, pobrecilla,
con su hijo en una cueva en el bosque.
Ya no me acuerdo muy bien de la trama,
pero me acuerdo, como si fuera hoy, de la llantina que cogí…
.
Ahora pienso, tras los años,
que aquel libro no debía ser muy adecuado para mi edad,
pero en aquel momento, fue precioso para mí.
No lo he vuelto a leer, me gustaría hacerlo,
Aunque supongo que no sentiría la misma sensación que entonces,
puede que ni siquiera me gustase
Y ¿qué habrá sido de aquel libro?
Me imagino que pasaría de mano en mano,
como mi vestido de Primera Comunión
o mi abuela algún día lo tiraría, como hizo con tantas cosas…
.
Luego mis lecturas fueron cambiando.
En mis años de internado, os podéis imaginar,
libros religiosos, libros clásicos muy blancos, doctrinarios,
no eran tiempos en que se podía leer lo que se quisiera.
Pero poco a poco, fui decidiendo mis lecturas,
y hasta hoy.
Leer sigue siendo mi afición favorita,
el papel me atrae…
Leer es vivir infinitas vidas,
así lo he sentido, cuando la mía se ha hecho insoportable,
los libros han sido mis amigos, mi desahogo,
mis compañeros en mis noches solitarias.
He vivido con sus personajes,
he soñado, he reído, he llorado
me he emocionado, me he asustado
y me han hecho vivir,
que es, en realidad, lo que importa,
vivir… aunque sea a través de la imaginación.
Y… colorín, colorado, ¡este cuento se ha acabado! .
Hoy 23 de Abril se celebra el *Día Internacional del Libro*, y esta bella narración de tu primer encuentro con uno destinado especialmente para ti, es un lindo homenaje a él, y a los que a través de sus páginas, con sus vivencias e imaginación, nos lanzan en pos de ese deleite de vivir en mente y sentimiento propio, los azarosos o afortunados destinos de personajes y ciudades creados con amoroso esmero para el lector.
Estrella, yo empecé a leer en serio a los diez años de edad, antes de eso sólo gozaba de las historietas o chistes como el *Pato Donald*, *El Conejo Bug*, *El Super Ratón* y tantos otros que hacían las delicias de nuestra infancia, con sus personajes tan bien dibujados y sus aventuras tan dispares. Pero cuando descubrí dentro de un baúl en la casa de un amiguito de barrio, una serie de libros gruesos como ladrillos y puras letras -que dicho sea de paso nunca habían sido tocados para leer- pero con unas portadas que subyugaban mi imaginación, me decidí a probar con uno de ellos: *D’Artagnan y los Tres Mosqueteros*. Pensé que no duraría con él, pero fue un idilio que mantuve con sus páginas todas las noches, en que con la luz eléctrica apagada en mi habitación, pero con un cirio encendido hasta casi el amanecer, las devoraba con reverencia hasta que felizmente sorprendido llegué a su final. Fue todo un descubrimiento, comprendí que más allá de los libros de enseñanza escolar, la palabra escrita nos transportaba a otra dimensión del aprendizaje por medios más entretenidos, más fluidos y pintorescos, con situaciones impredecibles, tal como pasa en la propia vida.
Si bien es cierto somos mortales de un solo vivir, sin embargo, unos logran la inmortalidad a través de los libros que escriben, y otros, logramos vivir una y mil vidas… con cada libro que leemos.
Un beso, Estrella.
Gracias, Pensador, como dices es un idilio de por vida el que mantenemos con los libros desde que surge el flechazo.
He sido una lectora casi compulsiva, incluso, como te pasaba a ti de niño, quitando horas al sueño cuando me encontraba sumergida en mitad de una trama. Ahora reconozco que leo menos libros, leo más artículos, relatos cortos, poesía. Tengo poco tiempo libre y, debo reconocer, internet me roba una parte de ese poco tiempo disponible.
Imagino aquel niño bajo las sábanas, ensimismado en sus lecturas, te imagino muy bien, porque es algo que también he vivido yo, escondida de mi abuela, que insistía en que apagase la luz. Lo mismo que tú vivía un despertar a la vida a través de los libros y me gustaba…
Es un placer leer tus comentarios, gracias.
Un beso.
Como te entiendo amiga. Por cierto, no sabía de tus habilidades circenses, ” sentada en las trebedes, papel, tijeras, tazón entre las piernas…” jajajaja. Cualquier madre moderna se horrorizaría del peligro de caerte a la lumbre de cabeza…
Pero es verdad y es muy serio lo que dices, y que conozco perfectamente por mis vivencias tan parecidas. Hay que leer lo que sea y como sea.
Deberiamos fomentar la lectura hasta con eso que citas y con lo que creo que nos hemos criado todos los que devoramos libros y hasta mn
anuales de instrucciones ó lo que sea.
Y no es cosa mía, que lo he leído muchas veces en grandes autores.
Es mas, quitando a D. Quijote mi paisano que se volvió loco de leer “corines tellados”, creo que leer mucho nunca perjudica la salud.
Menos mal que no te fuiste al circo y te disfrutamos leyendo…Y escribiendo, que me imagino con un perrazo a tus piés calentandote los pinreles y haciéndote sonreir con sofocos en esta primavera.
Por cierto, como es lo del libro, premio para mi; achuchón mientras lloriqueas con la “Genobreva de bravante” y su bosque Disney jajaja. Besos
Es verdad, Carlos, que en aquellos tiempos se tenían menos contemplaciones con los niños. Recuerdo que si peleaba con alguien o me caía, no decía nada en casa porque mi abuela tenía muy mal genio y la mano muy suelta…
Mis hijos son grandes lectores y al pequeño Iker, intento, ya desde pequeñín, que mire cuentos, que pase las hojas, que me vaya explicando lo que ve, así, cuando empiece a leer espero que muestre interés en saber lo que pone.
Y lo de un perrazo calentándome los pinreles, en tiempos de la Linda sí lo hacía, era tan grande, tan peluda, tan blandita… era como meter los pies entre plumas. Ahora tengo dos perras, una mía y otra, que me la dejaron por unos meses y ya se van a cumplir tres años que la tengo de okupa, pero sigo echando de menos a los otros dos que tenía, sobre todo a la Linda.
Gracias por el achuchón, ahí va otro de vuelta. Y un beso.
Estrella: los/as que tenemos una edad parecida..hemos vivido más o menos lo mismo que tú con la lectura. Tampoco recuerdo muy bien cuando me convertí en una amante de los libros…pero cuando comencé a trabajar (13 años) falsifiqué la firma de mi padre y me hice socia del Circulo de lectores y pedía libros y libros (hoy tengo una buena colección). En casa no había dinero para libros..sólo una enciclopedia y los libros del cole…Recuerdo que cogí una hepatitis bastante grave y mi madre iba a la biblioteca del colegio Salesianos y como un favor (ella era muy amiga de los sacerdotes) me traía libros y libros, pues estuve en cama unos 4 meses sin moverme…y ahí, creo, me enamoré de los libros, que fueron mis amigos. ¿Tu no leías a Esther?..jajajajaja Un beso
Este post de recuerdos literarios, de tus primeros contactos con el papel y los dibujos y Genoveva de Brabante, es muy sentido y enternecedor. Besos, Estrella
Gracias, me lo recordó tu post. Desde niña he sido una lectora empedernida, solo me ha detenido la falta de tiempo en algunos momentos, pero siempre saco un ratito para leer, aunque ahora leo más poesía y relato corto.
Un beso.